jueves, 20 de enero de 2011

RESUMEN DEL SEÑOR DE SIPAN

RESUMEN DEL SEÑOR DE SIPÁN 
                                                                                            
Siglo III en Sipán en el noroeste del Perú un poderoso gobernante mochica ha muerto el fasto funerario están marcado, por el dolor de su pueblo, ha sido embalsamado junto con sus ornamentos emblemas sagrados de oro plata y piedras preciosas que eran utilizados por este personaje en 1700 a.C.
En 1987 el arqueólogo peruano Walter Alva descubrió su tumba en la pirámide de huaca rajada que se ubica en el departamento de Lambayeque, se trataba del enterramiento más rico de américa y el primero que se encontraba de un gobernante moche. Estos hallazgos sorprendieron a la comunidad mochica
Los gobernantes moches estaban considerados como semidioses y su esencia era mitad humana y mitad divina, nadie se atrevía  a mirarle fijamente los ojos.
El pueblo mochica habitó la costa norte del Perú desde el siglo I hasta el siglo  VI  entre el litoral y la cordillera andina, su influencia se extendió casi hasta el ecuador por el norte y hasta el valle de huarmey dejaron resto de su templo (pueblo creativo y guerrero).
En febrero  de 1987 el monumento estaba lleno de profanadores desde ese momento Walter Alva se hace cargo de ese monumento arqueológico.
Se necesitaron más de 8 millones de ladrillos  para su construcción. En este santuario fueron sepultados los hombres más importantes de ese tiempo. Walter Alva y su reducido número de colaboradores defendían diario el sitio arqueológico.
El hallazgo de una orejera de oro color turquesa era de un personaje que le aparecía plantearle fijamente la mirada se trataba de un gobernante  moche al que lo llamaron señor de Sipán.
Este hallazgo se produjo el 26 de julio de 1987, los arqueólogos estaban sobre una masa identificable de cobre y oro que componían el fardo funerario del señor de sipán, más de 600 objetos de oro y cobre dorado, conchas y piedras preciosas textiles que construían el gran funerario del señor de sipán fiel reflejo del esplendor de vida, en el centro de la tumba se encontró el ataúd del señor de sipán conteniendo los ornamentos que uso en vida en ambos lados se encuentra, a la derecha el jefe con sus ornamentos metálicos y la izquierda el porta estandarte en los pies y en la cabeza las tres mujeres jóvenes que fueron sepultadas con él para acompañarle en su  viaje a la eternidad.
Debajo de los ataúdes había dos esqueletos de llamas que fueron sacrificados en la esquina una osamenta de un niño y hacia ambos lados 4 nichos conteniendo 12 vasijas que representas guerreros, prisioneros, etc.
El señor de sipán muere de una edad promedio de 45 a 55 años de edad tenían una buena salud, salvo una tendencia de artritis en la columna vertebral media 1,67 m tenia escaso desarrollo muscular, tenía una excelente conservación dental, que demuestra una dieta reservada para los hombres importantes.
En mayo del 2007 empezaron nuevas excavaciones que nos muestran que en la huaca rajada hay mucho por descubrir siendo el objetivo de estudio de esa temporada definir la arquitectura del monumento que se empleara excavaciones de tres áreas.

NOMBRES DE LA PINACOTECA DE LA IGLESIA SAN FRANCISCO

NOMBRE DE LOS CUADROS DE LA PINACOTECA DE LA INGLESIA SAN FRANCISCO
PERTENECIENTES A LA ESCUELA CUSQUEÑA Y QUINTEÑA HECHOS EN LOS SIGLOS XVII  y XVIII
1.       LA VIRGEN Y EL NIÑO
2.       CRISTO DE LA COLUMNA
3.       HUÍDA A EGIPTO
4.       SAN MIGUEL  ARCANGEL (CUSQUEÑA )
5.       CRISTO REY
6.       NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES
7.       SEÑOR DE LA RESURRECCION
8.       SAN FERNADO TERCERO
9.       SEÑOR DE LOS MILAGROS
10.   SAN GERONIMO
11.   EXALTACION DE LA EUCARISTIA
12.   REDENCIÓN DE ALMAS
13.   Sn.  BUENAVENTURA
14.   SAN MIGUEL  ARCANGEL (QUINTEÑA)
15.   MARIA MAGDALENA
16.   SANTA CATALINA DE BOLOÑA
17.   VIRGEN DE LAS MERCEDES
18.   LA VERONICA ALADA
19.   SAN JOSE BAUTISTA
20.   SAN IDELFONSO
21.   P. DE ALCANTANA Y SANTA TERESA DE JESUS
22.   LA VIRGEN Y SANTO DOMINGO


lunes, 3 de enero de 2011

Cuento: EL HORNERO

Cuentan que hace muchos, muchísimos años, cuando estas sierras estaban pobladas por indígenas, en medio de un pequeño valle y al amparo de las rocas, se levantaba una choza muy humilde.
En ella vivía junto a su anciano padre, un joven indiecito llamado Jahe.
Jahe era un muchacho apuesto, alegre y, por sobre todas las cosas, muy laborioso.
Diariamente se lo veía trepar por las sierras y remontar los arroyos en busca de los alimentos que pródigamente le proporcionaba la naturaleza. Salvaje, tan salvaje como ahora.
Y una de esas tardes en que regresaba de sus acostumbradas cacerías, Jahe se detuvo a escuchar el canto de un pájaro. Era un canto diferente al de su amigo el jilguero. No se parecía tampoco al de la calandria imitadora. Ni al del churrinche que tantas veces lo saludaba temprano.
¿Quién era entonces ese nuevo músico serrano? Atrapado por la curiosidad, se acerco sigilosamente al lugar de donde provenía el canto, pensando que tal vez seria algún pájaro desconocido; venido de otras tierras. Pero cuando lo descubrió, su sorpresa no tuvo limite. No se trataba de un pájaro, sino que la melodía provenía de la garganta de una bellísima muchacha.
Ipona era su nombre, y desde el día que Jahe conoció a Ipona, todos sus pensamientos fueron para ella.        
 El amor floreció rápidamente y con fuerza incontenible en el corazón de ambos jóvenes. Su felicidad era solamente comparable con la inmensidad que los rodeaba cuando contemplaban el mundo desde Cashuati, la cumbre mas elevada.
Su felicidad era reflejada en el agua de cristal del Hueyque Leufú que descendía viboreando de Catanlil y se deslizaba cantando saltarín junto al Pillahuincó.
Y así, siempre juntos, Ipona y Jahe esperaban dichosos tener lo suficiente para casarse. Claro que, para casarse, Jahe primeramente tendría que hacerse hombre y, según los ritos y las leyes indígenas, únicamente lograban ser hombres aquellos que superaban airosamente las pruebas de fuerza y de destreza a que eran sometidos anualmente todos los muchachos de la tribu.
De manera que nuestro joven enamorado se presento ese año a la competencia. Y con la sonrisa y el canto de Ipona en su mente poco le costo superar las dos primeras pruebas, en las que además resultó como triunfador. Faltaba la última prueba, la mas difícil.
Era habitual que el ganador, además de acreditarse el flamante título de hombre, recibiera un valioso premio. En esa oportunidad el premio seria muy especial y les fue anunciado a los participantes antes de iniciarse esta tercera y ultima prueba; quien pudiera permanecer encerrado durante cinco lunas, totalmente atado con cueros frescos de animales, ese año tendría como premio el honor de casarse con Cauté, la hija del cacique de la tribu.
Jahé era el candidato a ganar. Pero Jahé no quería ganar. Su corazón pertenecía a la bella Ipona.
A medida que el sol contraía los cueros, a medida que los participantes iban abandonando, Jahé que no quería ganar. Tampoco quería abandonar. Y así, gracias a su fortaleza resistió hasta el final.
Cuando los ancianos de la tribu se dirigieron a desatarle los cueros para declararlo vencedor, no lo encontraron allí. Solo había en ese lugar un pájaro de color canela-rojizo, que salió volando, que se fue a pararse a la rama mas alta de un guaribay cercano.
Desde allí emitió su canto, un llanto de soledad que abrió una honda herida en el cielo. El eco de su fuerte grito salto mil veces de ladera en ladera. Fue transportado a través del aire lastimado y llego finalmente a los oídos de otro pájaro que se acerco volando a la alta rama.
Otro pájaro que canto junto a el con la misma voz que la bella Ipona. Y en ese momento, el las ramas mas altas del guaribay se estaba celebrando una extraña boda. La boda para la que Jahé había querido ser hombre. Ipona y Jahé se habían casado tal cual lo habían soñado. Ya no se separarían jamás y siempre cantarían juntos.
Por eso es que las parejitas de horneros una vez que constituyen su hogar, no se separan hasta la muerte y es por eso que los horneritos siempre cantan juntos.